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| I believe. |
Desde que estoy en Barcelona he pasado por cuatro gimnasios diferentes. Me gusta el horario de mañana por la tarifa reducida y porque los personajes a esa hora, andan relajados, abiertos a la conversación. El anterior al que estuve apuntada estaba en medio del barrio del Raval. Indios, parados y los sempiternos jubilados compartíamos burbujas en el jacuzzi junto a lesionados por baja temporal.
Había una mujer, morena y muy pequeñita, que buceaba por la efervescente piscina. Era tan diminuta que parecía una aspirina diluyéndose en un vaso de agua. Le daba para algunas brazadas mientras los demás, la contemplábamos desde nuestra espuma. Era un espectáculo. El ridículo de la situación se evaporaba en nuestra marmita mientras mirábamos a esa mujercita feliz, buceando en su balsa.